EXPERIENCIAS  DE VERANO

El curso está llegando ya a su fin con las actividades de verano de los grupos como colofón final. A los retos habituales en cualquier actividad de este tipo ha habido que sumar las medidas de prevención frente al Covid, gracias a las que no ha habido ni un solo contagio. Ha sido muy inspirador ver cómo, a pesar de todo, los grupos de la vicaría han apostado mayoritariamente por terminar el curso con actividades de lo más variado. De todos ellos me llega el mismo eco, especialmente de Biltoki: después de un curso lleno de limitaciones de todo tipo, actividades de este tipo han ayudado a reavivar la ilusión de chavales y monitores.
Entre los grupos de la vicaría, la variedad ha sido, sin duda, la protagonista. Ha habido actividades de todo tipo. En algunos casos se ha colocado a los chavales en la tesitura de vivir por unos días sin las comodidades habituales, poniendo incluso a prueba su resistencia física. Tal ha sido el caso de los jóvenes de Mungia, Sopelana y Plentzia, futuros monitores el curso que viene, con quienes participé en el Camino Ignaciano, opción también elegida por los Trebeak de Eskubeltz en su final de proceso. Todos ellos fueron invitados a caminar no sólo por donde lo hizo el santo de Loyola en su viaje hasta Jerusalén, sino también a recorrer esos caminos interiores que todos llevamos dentro. También con los Azkarrak de este mismo grupo acabo de hacer una ruta itinerante por La Rioja durmiendo en pórticos de iglesias y usando el agua de fuente y ríos para asearnos. También con algunos jóvenes de Gazte Ekintza hicimos el Camino de Santiago entre Bilbao y Laredo.
En otros casos los chavales han tenido la oportunidad de entrar en contacto, a través de experiencias de voluntariado, con realidades que quizá, de otro modo, no conocerían o les pasarían más desapercibidas. Los Trebeak de Txispeleta han pasado una semana completa junto a los niños del centro de acogida de Gorliz. Estuve con ellos un par de días y daba gusto escuchar frases como «¿Podríamos venir durante el curso?» o «¡Este voluntariado tendría que durar más tiempo!». Otros jóvenes de Gazte Ekintza fueron, por un lado, profesores de castellano para inmigrantes en la parroquia de San Nicolás de Algorta y, por el otro, ayudantes en el banco de alimentos de esta misma parroquia en unos días en los que los voluntarios escasean por la llegada de las vacaciones. Algunos han decidido seguir colaborando tras su paso por esta experiencia. Uno de ellos incluso con sus amigos.
Otros grupos han optado por ofrecer a sus jóvenes experiencias que seguro les ayudarán a vivir su entorno inmediato con otros ojos. Este ha sido el caso de grupos como el de Astrabudua, que gracias a Geotxiki, pudo conocer de primera mano los tesoros geológicos que esconde la zona de acantilados de La Galea en Getxo, o el de Izarberri (Plentzia), que organizó para los más pequeños una experiencia digna de un campamento volante, pero al lado de casa (con el rescate por sorpresa de una cría de ave rapaz caída del nido). De sacar partido a lo que está más a mano también han optado los grupos de Elaiak, Ziztu Bizian y Txispeleta, organizando para sus chavales colonias de tipo urbano. Todo lo mencionado hasta ahora es una muestra de lo que se ha hecho, pero hay más.
San Ignacio nos invita constantemente a «gustar y sentir internamente». En el caso de las actividades de verano se ven claramente algunas llamadas: a tener una vida más austera, compartida con otros, apasionada, ilusionante, servicial, comprometida, conectados con Dios… En una palabra: gozosa. Quizá deberíamos vivir más el resto del curso bebiendo de la fuente que provoca ese gozo. ¿Acaso no van por ahí las huellas del resucitado?