Pequeñas acciones, grandes logros.
“La Brujula de la Familia” Diócesis de Palencia
Me he topado con el libro “Hábitos atómicos” de Jean Clear.
A menudo pensamos que para cambiar de vida tenemos que intentar hacer grandes acciones. Nada más lejos de la realidad. El cambio real proviene del resultado de cientos de pequeñas decisiones: hacer dos flexiones al día, levantarse cinco minutos antes o hacer una llamada de teléfono, por ejemplo. El autor llama a estas acciones, cuando se mantienen en el tiempo; “hábitos atómicos”: tan pequeños como una partícula, pero tan poderosos como un tsunami.
En el libro se nos revela cómo esos cambios minúsculos pueden crecer hasta llegar a cambiar muchos aspectos de nuestra vida. También nos transmite el autor, la gran importancia que tienen los detalles pequeños en nuestro desarrollo personal y relacional. Contra esta visión se halla la de quienes sólo valoran las grandes efemérides, los acontecimientos de relumbrón, las acciones merecedoras de titulares de prensa.
Por cierto, pocas veces aparecen en los medios la referencia al trabajo cotidiano realizado con mimo, con ahínco, con perfección y esfuerzo por un ciudadano de a píe. Son esas personas realmente, quienes construyen la historia verdadera. El peligro también está en pensar que las cosas sencillas que hacemos cada día no tienen relevancia para la sociedad. Sin embargo, es ese trabajo concienzudo, responsable, hecho con ilusión y esmero lo que levanta la sociedad. El médico que opera como si estuviese en juego su propia vida, la maestra que ayuda al niño o la niña a descubrir la verdad con esfuerzo y respeto, la persona que atiende con eficiencia y cordialidad en cualquier puesto de la administración, el constructor que cuida los detalles de cada obra como si se tratase de su propia vivienda… He ahí la forma de mejorar la sociedad.
Las cosas más sencillas y responsables como soporte de toda nuestra vida. La realización de pequeñas acciones responsables, van construyendo una sociedad más sustancial y honesta en todos los aspectos vitales. El deber nos exige actuar de forma libre y responsable, hacer las cosas de cada día con perfección y ayudar a que todos actúen de forma justa y equitativa. Es el compromiso cotidiano con nosotros mismos, con el trabajo y con las personas que nos rodean lo que nos ayuda a construir un mundo mejor.
La suma de minúsculos hábitos cotidianos como constructores, no solamente de esa realización personal, sino también de una sociedad más honrada y solidaria.
Pablo Espina – Centro de Orientación Familiar de la Diócesis de Palencia